A medida que el tiempo pasa, algunos acontecimientos y descubrimientos pueden revelar verdades inesperadas y evidentes que nos dejan perplejos. Es como si los engranajes de nuestro cerebro encajaran de repente y perfectamente, revelándonos una verdad léxica suprema.
En Asturias, durante las festividades en los prados, se produce un momento especial en medio de la noche, cuando la euforia alcanza su máximo esplendor. En ese instante, desde la multitud surge un clamor jubiloso tan pronto como la orquesta entona los primeros acordes de “Asturias, si yo pudiera…”. El espíritu de camaradería y pertenencia se hace presente, y todos entonan el himno con torpeza y desafine, abrazando efusivamente a amigos y vecinos. La emoción se mantiene viva hasta la última estrofa, donde se proclama que Asturias está “sola en mitad de la Tierra” y es “hija de mi misma madre”.
Víctor Manuel, nacido en Mieres en 1947, popularizó en la década de 1970 su versión musical de “Asturias”, que se ha convertido en el himno no oficial de la región. Sin embargo, aunque casi todo el mundo conoce la letra de la canción, pocos conocen el origen de este poema, escrito por un salmantino durante la caída del frente republicano de Asturias en 1937. Publicado en el libro “Poesías de la guerra española”, este poema se hizo famoso mucho antes en la Ciudad de México que en la región a la que estaba dedicado. En México se había exiliado Pedro Garfias, un escritor y poeta nacido en Salamanca pero de corazón sevillano, muy cercano a la vanguardia ultraísta y militante del Partido Comunista de España.
Así, la historia de “Asturias” es una mezcla de geografías y contextos que entrelazan la música, la poesía y la lucha política. Este himno, que se canta con pasión y orgullo en los prados asturianos, tiene una historia fascinante que conecta a personas de diferentes lugares y tiempos, uniendo a todos bajo el espíritu de la música y la identidad compartida.
- Te recomendamos -
